Ya no cabe más tristeza.

En el conticinio de la
noche, cuando el silencio impera
acallando el clamor de las
pasiones, mi pensamiento se
vuelve un azud lleno de oscuros
y profundos cangilones...

¡Mis pupilas se clavan como
flechas en todos las esquinas
de mi alcoba, mientras mi alma se

¡Mi pecho es un cañón cursado
por el río de la pena…, mi
llanto corre por el haz de mis
mejillas como mi sangre lo
hace por mis venas…,
el dolor de mis recuerdos me
golpea con dureza!

¡mi cabeza gira como una
noria oscura…!
¡Los minutos y las horas son
perpetuas…!

¡Dios, ya no cabe más tristeza
en mi frágil damajuana…!

¡Me agarro a tu timón y a la
relinga de tus velas y no
encuentro respuesta: las auras
que me empujen..., las luces que me
guíen…, las olas que me muevan!

Autor: Francisco López delgado.
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