Mi último asesino/ Escena matutina
Una sirena rasga la monotonía rural,
pariendo silencios entre sus praderas abiertas.
Una arruga se desmaya en una gota de sangre
serpenteando hacia la moribunda escena.
Preguntona, llora un grupo de berenjenas
en su salsa cerebral, agria y espesa.
Entre el café dormido y la niebla ceniza, puntea
En el desierto de las confundidas sábanas, se evapora en gotitas
de insomnio tibio, tu fuga magistral hacia la puerta.
Entreabierta, mientras susurra rencoroso el reloj
una vez más, los ecos enredados de tu prisa-cola.
No importaron la huelga continua de poetas y orquestas
o el pasillo-mar sembrado de luces, de las colillas sin cabezas.
O los cadáveres azules de las botellas vacías y ebrias,
o las caras mohosas de los limones resignados, no importaron.
En esta mañana fría, se amontonan puntualmente
las respuestas sin preguntas, como galletas pálidas y secas.
En esta mañana terca, se atrincheran abrazadas,
las dudas olorosas a cebolla, en la cocina ardiente y furiosa
donde mi corazón desangrado en mil versos sin estribo.
Nuevamente se ofrecerá en son de paz,
a su último asesino.
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