La maldición

Ahogándome con gracia en un vaso,
cual danzante acuático complaciendo
a quien busca mirarse en mi trance
sin sentir el desgaste del lastre.

Meto hasta los codos al alma,
me asfixio en cada movimiento,
como un espíritu que se derrama
en su propio tormento.

E

n un último paso,
al trazo descalzo
en el que danzo,
finjo ser un ocaso,

reflejo del fracaso
del verso escaso
que rompo
Hasta el colapso