La bendición de tu boca

En la rueda mitológica de tus ojos que hechizan,
dulce duerme el recuerdo de mi silueta;
es la caricia que se hace un festín en el terciopelo de la noche.
Al mirar tu cuerpo extasiado en las brumas del deseo,
dibujado en las alas de un ángel bueno,
mis labios derriten la angustia de poseer tus dones.
Anhelo la tez de tus suspiros,
la lágrima beata que corre por tus mejillas santas.
Cual soles tus pechos iluminan mi firmamento
y al contemplar la nieve de tu cuerpo,

un solsticio nace en la lumbre de mi alma.
Llega la lluvia risueña y danzarina,
se posa en tu ventana adornando la gracia perfecta de tu amanecer.
Entre los campos de trigo, rosales y azucenas,
una diosa desnuda su esencia, perfuma la tierra, el valle
y este caballero, que por sus virtudes deshojaría el mundo
en cuatro cruces de oro y diamante,
arrastra sus tormentos por la bendición de tu boca.
Un trinar de cometas teje diademas para tu frente serena;
una grulla vuela hasta predicar tu nombre;
un profeta desanda los caminos buscando la santidad en tu sombra;
un pintor derrite la plata de los confesionarios para pintar tu rostro
y un poeta abandonado en la soledad perpetua, escribe estos versos
con la tinta de su sangre y el amor que agita sus huesos.