Fabricarse el placer
No pido más que la gloria del presente y el gozo de encontrarse en desnudez pura con el otro. El reposo de esta pesada cabeza que todo lo sabe imitar muy bien, hasta que llegue el día en que estalle contra el suelo y ya nada sepa hacerlo bien.
Soy el péndulo entre una verdad desbordante y un crudo infierno.
¿De qué me serviría escapar de mi mente si el mal sigue presente? Aquí, en la calle, en el estrés inevitable hasta para quienes tienen comodidades.
Me preparo un delicioso rincón que huele a frutos dulces y alcohol, a anís, a incienso; hay chispas y cerezos. Escribo en la oscuridad de una tinta sangrante. Dejo de preguntarme qué es escribir y, más bien, guardo para mí este placentero rincón, antes de ofrecerlo como una carta de presentación.
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