EL NEOLIBERAL
Hay días más bonitos que otros,
son las 7 de la mañana,
y hoy, el cielo se contonea hipotecado,
camino cogido de la mano
de los índices suicidas del IBEX 35,
el sol se emperifollará de neoliberal,
el viento traerá de forma apacible
créditos al diez por ciento,
ya puedo olfatear la exquisita fragancia
de la piel abrasada del cerdo.
Y
adoro el olor a esclavitud por la mañana,
rezo por los días perfectos
de la llamada a la puerta
del seguro de deceso.
Y cuando llego a la boca del metro,
paseo a través de los alientos
de los que no cenaron el día anterior,
me siento bien, me siento seguro.
El glorioso sonido de un piano gomoso
me escolta hasta la puerta de la oficina,
la raya de mi pelo es más gruesa
que las de mi última noche de exceso.
Me siento en mi silla reclinable de Ikea,
ofrezco mi tímpano a la arenga "cesariana" del jefe.
Llega la hora de almuerzo,
excursión a la caja de ahorros,
aún no me han ingresado el sueldo,
las letras aterrizan en saco roto,
el director me ofrece
un bolígrafo y un caramelo,
y una señorita de Vodafone
asoma por mi teléfono,
tiene algo de acento,
que bien me siento.
Hay trabajo acumulado,
saldré de la oficina
a la hora en que la rosa duerme,
la luna, hoy llena,
amenizará la vuelta a casa.
¡Se ha escapado el perro!,
mi mujer llega a las diez,
radiante,
hoy se quedó hasta tarde
porque tenía reunión
con el vecino del décimo.
-Tuve que cenar antes cariño,
estaba hambriento,
mañana toca gimnasio
y en la nevera te he dejado
la sopa de puerros-.
Cierro los ojos con los créditos
de "El Hormiguero"
aunque para dormir
me bastaría tu pecho.
Ya me ducharé mañana
aunque hoy huela a muerto,
mi esposa sí lo hará
y dibujará con media sonrisa
pollas en el azulejo.
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