Conciencia poética

Conciencia, poetas,
conciencia.
Que nadie en su razón crea
ser merecedor de tal Musa;
que sino escribiéramos nosotros
escribirían las piedras.

Quien ve el firmamento sabe
que en lo alto de él ondea
lo misterioso de las noches,

la vivacidad de los cometas;
así como en el papel blanco
resplandecen siempre las letras.

Pero no creamos, ingenuos,
que nuestros son los poemas;
porque aunque los paramos
con rimas y sinalefas
hay algo más que se escapa
a nuestra nimia cabeza.

Sabemos que brilla el Sol
más allá de nuestra Tierra;
que gira el Universo todo,
que se expande, sin meta,
así se expande la poesía
sin necesidad de poetas.

Lo dijo Bécquer un día
y desde Homero es sentencia:
¿qué ocupa de nosotros tal arte
sino tan sólo una herramienta?
una Musa nos deja absortos
y nuestra pluma solo contempla.

Poetas y poetisas,
¡conciencia, hermanos, conciencia!
Que hay fulgores que no se apagan
aunque ya no haya velas,
tal es la poesía, un alba
que no requiere centinelas.

Y si ha puesto en nosotros la vida
el alma envuelta en métricas,
escribamos, derrochando
en los papeles sacras letras,
pero, ¡conciencia, poetas, conciencia!
que no brille la mano, que resplandezca el Poema.