Carta a un marinero

2017 Jul 22
Poema Escrito por
Laya

Querido Viejo Amor,
He querido escribirte esta carta para contarte de mí. Contarte de mi vida, de cómo la estoy llevando a cabo desde que te fuiste. No he sabido de ti desde tu partida, te he escrito varias cartas que nunca contestas, y por eso me detuve. Pero anoche soñé contigo y, ahora tu fantasma me persigue. Quiero contarte que en mi sueño no eras más que un simple fantasma que venía a mi memoria, eras las olas alteradas por la luna en el cielo. Eras la arena blanca de una playa lejana. Y yo no era más que lo que soy realmente, una mujer enamorada del viento, una mujer cuyo corazón le pertenece a un viejo marinero. Es importante decirte que los niños están bien, ¡si vieras cuánto han crecido! Te sentirías anciano al ver en lo que se han convertido, ¡espléndidas criaturas! No te han olvidado, por si te lo preguntas. Cada día llaman para saber de mí y, en cada llamada está la pregunta: ¿sabes algo de papá? Pero no, no sé nada, aunque quisiera. Pero he descubierto algo y es la verdadera razón por la que te escribo esta carta, la última de todas, la que se lleva todas mis esperanzas de recibir una respuesta consigo. He descubierto que ya no estás aquí, entre nosotros. Estás demasiado lejos como para poder sentirte presente, no eres más que un espíritu que nosotros acorralamos en una jaula, para sentir que estás con nosotros. He descubierto que mi amor por ti se ha convertido en un amor por este mundo al que pertenezco, un mundo que muy pocos conocen: el mundo de la eternidad. Sí, querido, eres un recuerdo eterno, grabado en mí, en mi mente, alma y corazón. Eres el viento que sopla en todas partes, que refresca en verano, enfría en invierno y a veces crea catástrofes. Eres eso, eres todo. Pero ya no puedo permitirte entrar, cariño. Porque si tocaras a la puerta un día, ni siquiera sabría reconocerte. Porque lo único que recuerdo de ti, es lo que me hacías sentir. Junto a ti volaba, todo volaba. Las horas del reloj, el amor en el aire y yo, yo volaba. Pero aquellos susurros, aquellas pequeñas y suaves palabras que me decías, que se quedaron en mi mente, ¡ay! Empiezan a hacer demasiado ruido... Aquella resignación que tengo a no dejarte ir, empieza a ser demasiado testaruda, demasiado dolorosa. Porque ya no estoy enamorada de ti, mi Marinero, estoy enamorada de la esclavitud que me has otorgado. Pero eso no está bien, el ser humano busca siempre, pequeñas salidas que lo lleven a ser libre. El ser humano siempre está en busca de una ventana abierta y cuando piensa que no la puede encontrar, muere en pena. Y yo ya no puedo ser esclava de este amor, ya no puedo ser tu esclava. Hay que entender que tu amante es el mar, en su inmensa totalidad, en sus horas causantes de agonía, en su color más profundo. Pero el mar... el mar no es más para mí que un sinónimo de ti, una bella asimilación que duele en el alma. Y me aterra pensar que yo, siendo esclava de ti, y tú, siendo esclavo del océano, seamos miembros de un amor imposible, improbable y completamente prohibido por el arte del destino. Pienso en ti y ya no siento amor, siento miedo. Y no es miedo a perderte, cariño. Es miedo a verte regresar... Ya no soy la misma joven que conociste, he madurado, he aprendido. Ya no soy rosa, ahora soy campo y sé que tú ya no serás marinero, serás todo el océano. Y le temo a eso, al cambio que supone tenerte a mi lado de nuevo. Por eso escribo esta última carta, para despedirme como jamás quise hacerlo. Para dejar ir, de algún modo, este insoportable dolor que siento. Para dejar ir tu fantasma, tu eterno fantasma. Porque me he dado cuenta de que lo que duele no es el adiós cariño, es el recuerdo.

Con muchísimo amor,
Una anciana de quien ya no tienes memoria.

2017 Jul 22

Laya
Desde 2014 Jun 24

Conoce más del autor de "Carta a un marinero "