Virgil
A ti, V. W y tu despedida.
Contempla las altas y apaciguantés nubes de verano
sentada en medio de los arbustos que desprenden un aroma enloquecedor.
Ha construido una rudimentaria tumba en homenaje a un soldado caído.
Y cayó por el peso de las armas en sus débiles plumajes.
Una niña salta y canta, su actitud es de hábil bailarina.
Viste ropas de siglos pasados y épocas inconclusas.
Y no quiso ver nacer cuando la oportunidad le llego.
Virgil ama escucharla cantar bajo las sombras.
El olor a verde pino le provoco una hermosa sensación.
Verla reír con el castaño de almendras bajo sus cabellos lacios.
La bicicleta en desuso, y la amarilla pañoleta que cubrió su cuello para que el frio no le hiciera daño.
Gema huye y persigue a su madre preocupada.
Desde el otro lado de aquel jardín no se hace esperar.
Mientras su contraparte maligna vela toda una noche por aquella alma perdida.
Quizás éste espíritu arrebatado y enceguecido tenga esperanzas de salvarse.
Se acuesta en medio del follaje verde pálido. Sollozá en silencio y emité una plegaria.
Su corazón se comprime, ninguno parece notarlo. Esta sola y le duele respirar la vida.
El tiempo pasa.
Rápidamente transcurre….Virgil tiene un plan en mente.
Mañana será un ser libre como ese pájaro herido.
Pronto los fantasmas ya no le encontraran.
Una carta y un adiós, sus últimas palabras
Las escribió con sangre y con el puño envuelto en lágrimas.
Sus únicos amigos ya no volverán a verla, ella ha de escapar.
Frente a un hermoso lago que agitan imprevistas las olas
con un sol inmenso y predilecto como un gran Dios azteca
Virgil llora fingidamente por última vez.
Cubre sus amplios velos con piedras en sus bolsillos y desnuda se lanza al mar
Para reencontrar su alma y perder para siempre su locura.
Conoce más del autor de "Virgil"