A un tronco de árbol

A ese patoso tronco desmochado
por el paso del tiempo cohibido
que apenado pervive deslucido
mirando siempre al cielo ensimismado.

Por mucho que lo intentes, presumido,
-tu torso rezuma sangre aun cortado-
nunca ya vivirás pues, compungido,
el futuro de tu alma han degollado.

Y

aunque una rama verde te ha salido
y el sudor de un labriego hayas calmado
no pasas de ser, mustio, un tullido,
siempre del bosque serás el rey pasmado.

De nada te valdrá que el corazón
el hacha al descubierto haya dejado,
tu eres ya poco más que un cortezón
incapaz de sentir ni una emoción
lloroso y triste tronco desolado.