Un cigarro verde

Lo veo encendido en su diamante,
junto a la morena aquella
en plena noche luna llena,
sus labios tienen un besar quemante
y en su atmósfera se desmaya el humo
en mareas secas y encendidas.
Aquel pequeño árbol tan codiciado
envuelto en un ebrio arpegio ya violado,
de perplejas densidades fugaces
consumiéndose en su larva de luces

de sus constelaciones olvidadas,
siembra la historia de este viaje.

Son las doce en mis relojes,
yo sin las multitudes
llevo esa dulzura a mis labios devorantes,
inhalo la gracia de esta hierba incendiaria,
vuela por la altísima hondura de mis bronquios
y libremente fluyen sus mordeduras penetrantes
cosechando la vida a su propia vida,
mis pulmones lavan las linfas de mi historia
y nacen mis fantasías a la orilla del sueño,
exhalo el brusco oleaje del humo sugestivo
en el ardiente tiempo sin edades,
inhalo, exhalo mis ínfulas
hacia un mundo más desahogado
que enfurece la llama de mis pasiones.

Hago míos los tiempos oscilantes
en esta noche deliciosa,
tu magnífico horizonte
se arrulla en mi narcosis cariñosa,
mis curvas íntimas y regias
se quejan en movimientos felinos
sobre el terso cutis de tus labios
y desnudas con tus mieles
mis pasiones ocultas
en el silencio de mis uñas de dolor
de recorrido ininterrumpido
en el sudor que brota de la llagas deseables
de tu calcinado cuerpo
que en ardiente fuego me llama
al firmamento de las corrientes
que enciendes en tus piedras
que con misterio mis manos surcan.

Estoy eternamente llena de voz
bajo tus viñas tiembla mi ser
y vivo aquel aroma de ilusiones seductoras,
estoy bien, no estoy en el cielo
ni es un temeroso ultraje
solo un viaje solitario
que agota mi estéril juventud
pálida de alma sin sensaciones,
busco en lo profundo de la luz
la claridad del sol
que sin límites se extiende
y escribe la paz bajo la sombra.