Un alud insignia

Significativo lenguaje aledaño;
cadencia de cítaras revestidas,
de llagas y portentos.

Demandante nostalgia retentiva;
morada mezquina sobre tierras silvestres,
abrigando al duelo endurecido, de un tajo.

Un número infinito de cuitas
labradas sobre los altos robles;

Desdeñosa melancolía descendiendo;
residente condición de entrañas
a la devoción sedienta del semblante pendón.

La estirpe, trazando en su versión,
zarzales sierpe de estatuas, que yacen,
asiduas como dueñas del gesto tirano.

El arado sacrificado a la condición del estío,
absorta prisión del cimiento,
bajo los estragos celliscas;
errado el recinto de los versos acordes.

Despojos punzantes arribando a las costas
despeñando una ferocidad de huracanes;
paralizada la esperanza
quebrantando a la osada devoción.

Entre sollozos, abrazar al embalaje
de una antigua mesa cubierta
por aspiraciones como alimento,
imitando al oro en su riqueza.

Peregrinas torpes piernas
desertando como voraces lobos,
embistiendo descarnadas sobre un eco blando.

Acentuoso pulso endeble
que dispone un alud insignia,
cual rueda del molino que galopa resonando.

La fatiga oculta consumiendo,
el arrullo de las atmósferas ceremoniales;
devorando la inhiesta llama
y aprisionando el cardo de la exhausta fuente.
*

Julio 26, 2017
© 2017 Gabriela Ponce de León, La Dama Azul. Todos los derechos reservados.