Todo estaba igual.


TODO ESTABA IGUAL.
Ayer tarde, después de estas fiestas tan
entrañables de la Navidad, donde
abrimos nuestro corazón de par
en par, para mostrar nuestros afectos,
acercarnos a los pobres y sentirnos
más unidos, celebrando en familia
el nacimiento del Señor…, y reímos,
y cantamos y nos acordamos de
cava o champán, para que el año nuevo
sea mucho mejor…,
me fui a pasear,
como de costumbre, con mi mujer
por el barrio, para estirar las piernas y
desintoxicarnos de los excesos
de tanta comida y tanta agitación…
y aunque hacía algunos días que no
habíamos salido, lo encontramos
todo igual, nada había cambiado, todo
estaba como siempre: las tiendas, el
bar de la esquina, la farmacia, el
supermercado, el quiosco del ciego,
la zapatería, la iglesia, el estanco,
la plaza con su fuente, las palomas,
las moreras y los bancos…
…
Como siempre íbamos cogidos de la
mano, andando despacito, mirando
a todos lados; como pretendiendo
buscar algo distinto, algo que nos
llamase la atención…, pero no, todo
estaba igual, nada había cambiado…,
hasta el pobre de la esquina seguía
siendo el mismo: sentado como siempre
en la acera, silente, olvidado, con
una mano extendida pidiendo
una limosna y su cuerpo inclinado
en señal de sumisión…
De vez en cuando, ella me apretaba
la mano y yo le respondía con
otro apretón más fuerte…, y a veces, nos
mirábamos si decirnos nada, sin
hablarnos, porque con la mirada ya
sabíamos lo que pensábamos.
Mis pasos, resonaban en la acera
produciendo un ruido acompasado,
mientras que una suave brisa besaba
mi frente, y mi alma, me llenaba
de sosiego el interior
Tenía la sensación de andar hacia
un lugar desconocido, después
de haber salido victorioso de una
batalla ardua y prolongada, lleno
de una inmensurable y trascendental
satisfacción…, de flotar como una hoja
por el aire, de sentirme parte de
todo, de las plantas, de las cosas, del
agua, de la tierra, de la luz, y de
la infinidad del universo…
Y de golpe, afluyeron a mi mente
unos versos del poeta Sabat
Ercasty, por el que siento una enorme
y especial admiración…
“Más allá de la luz y los diáfanos ojos,
más allá del paisaje efímero y cambiante,
(…) más allá de mí mismo, de mi abismada carne,
de mis hondas memorias, de mis vastos afanes,
del silencio recóndito y la tensa palabra.
(…) Más allá, está el misterio sublime y sobrehumano,
la ultranoche que roza la luz del infinito,
la desnudez del alma en su inmortal esencia.
Y hay un amor profundo en soledad divina,
la armonía insondable, la identidad suprema,
y el inefable vuelo del alma por los éxtasis.
Cerré los ojos por un instante:
me sentía tranquilo –sosegado-,
como una balsa, como un lago…
Aquella tarde toda estaba en calma,
nada había cambiado: ni los bares,
ni las calles, ni las tiendas…,
ni la gente, ni el ciego, ni el pobre, ni
el aire enrarecido…, ni el letrero
luminoso del supermercado, ni
la voz de mi conciencia, ni el sonido
acompasado de mis pasos…
Y sin embargo algo se movía,
dentro de mi alma…
algo era distinto en mi corazón.
Autor: Francisco López delgado.
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