Sobre la carne que corta
Sois la mar,
fulgores deseos de surcar las olas;
el temor cautivo del añil profundo de estupor,
el beso de fraguada espuma
por los muslos horizontes.
Negarse a la inmensidad
que abraca la inconclusa arena,
temor de brazos,
al recurso de las memorias.
E
que lleve los pasos por praderas de espinos;
y un grupo de estrellas persiguen las noches
cual cruzadas de sangre y hastío.
Una búsqueda entre lo infinito;
una carrera hacia el sentido opuesto.
Huir de las horas,
llevar los adentros como pesas largas,
que exclaman.
Me he recostado sobre la sal blanca;
y los pies humedecidos
con las sangre de los dioses.
El estruendo ignora
la sonrisa dispersa,
sobre el rostro oculto.
Así los días,
cuando me abro el centro
y te arranco de mis pechos manantiales
y se devoran los murmullos;
ante las más de 527 estaciones de luna
sobre la carne que corta.
Con la creación a cuestas
de las nieves eternas
y los claros cardúmenes del aliento.
Más allá de la vida, donde yo,
te habría podido acompañar…
Donde se custodia la ausencia.
Autor: Gabriela Ponce de León
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