Octubre
Este silencio es para mí,
y la copa de este árbol que parece
temblar sin razón alguna
es solo una observación leve
desde mi ventana;
como el rastrojo que se revuelve
en su tumba después de la siega,
y un trago ávido, como un dolor
que uno no quiere ahorrarse,
como una moneda fibrosa,
Este sorbo será acelerado,
sin sabor, siempre,
o con un sabor solo en la memoria.
Así he sentido el despertar:
como un invierno crudo,
con las ramas de los árboles destetadas
por un cielo firme, una autoridad
sin niebla —
parte indiferencia,
parte gratitud.
He despertado como un náufrago,
sin dirección alguna, sabiéndome vivo
de verdad,
abandonando fantasías, respirando
sin más, orientándome por el sol,
o por el frío.
Y he vuelto a observar
la levedad de un pájaro en la rama,
que se espolea a sí mismo para
tambalearse, para avivar su grito
y enderezarse antes de volar.
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