Libre esclavitud

Y las flores se desvanecen sangrando en nuestras miradas,
se oscurece el día,
se arremolina la violencia del viento,
se cambian de posición las sombras de lo que se proyectó con optimismo,
de lo que quedó en el lienzo,
de lo que no se intuyó.
Y mis manos frustraron el minuto que no elegí,
el dilema de la opción que no disfruté,
que trastorné...
E
me llevaron a divagar,
a refugiarme en el quebranto,
en la indignidad,
en el aletargamiento,
en las oscuras partes de los arbustos imperecederos,
en el sueño,
en la irrealidad...
Y de tanto vagar,
una dama me flechó,
en ella encontré
lo que nadie encuentra,
una felicidad extraña,
un mutismo hermoso,
una suave ilusión que se agiganta,
pero que no intenta ser resaltada...
En ella encontré un camino de regocijo
una suave cámara de intoxicación,
de esperanza vana,
de inanición y piedad.
Y en esa cuna áspera
mi sombra,
mi fe,
mi locura hecha razón,
se hacía espejo de lo que no era,
y de lo que podría ser,
en la duda,
en la espesa melancolía,
en las sábanas de etérea existencia,
en ese preámbulo yo no fui,
solo intenté creer que si,
que maniobré el tiempo,
que mis pasos dejaron huella,
que mi alma fue con mi cuerpo:
una unidad...
Al final
nada de eso fue una experiencia,
un acontecimiento,
una verdad...
Solo fue una ilusión hecha chispa,
un incómodo lujo,
una falsa necesidad...
Y en la casa de antaño,
me esperaban mis verdades agazapadas,
con dolor y con rabia,
con duda y desconsuelo,
con fiereza y novedad...
Esperaban una noticia,
un respiro,
al menos un fantasma,
una suave dualidad...
Pero yo estaba mezclado
con esa dama,
con esa musa,
estaba infectado,
enfermo,
necesitado;
estaba sumergido:
en esa laguna llamada soledad...
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