El monaguillo.
El monaguillo.
¿Quieres ser monaguillo?
me dijo Antonio Otero
al salir de la misa
la tarde de un domingo.
Yo admiraba a ese chico,
le veía decidido,
sabía lo que quería
y como conseguirlo.
S
con aire distinguido
y con manos expertas
encendía los seis cirios.
Yo admiraba a ese chico,
se hincaba de rodillas
y juntaba sus manos
con aspecto cansino.
Luego se levantaba
y pasaba el cepillo.
Iba banco por banco
hasta llegar al mío.
Yo buscaba nervioso
bolsillo tras bolsillo,
él y yo lo sabíamos,
se encontraban vacíos.
Él miraba mis gestos
un tanto divertido,
sonaba la bandeja
y seguía su camino.
¿Por qué me abría elegido?
No era de mis amigos,
de los que ahora no tengo
y sí tenía de niño.
¿Quieres ser monaguillo?
Y acepté sorprendido
aquella tenue tarde
de aquel tenue domingo.
Y cinco largos años
vestí aquella sotana
Junto a mi amigo Antonio,
junto a mi nuevo amigo.
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