El idioma de los duendes
El idioma de los duendes
El cómo he ido surcando este bosque es casi un misterio, aún no encuentro su fin, pero intuyo la salida: en alguno de sus claros se abrirá un vórtice que me succionará de la misma forma en que aparecí desnudo en mitad de lo más espeso y profundo. Cada uno de mis pasos sangró hasta no atarme aquellas hojas en los pies. Comencé a caminar, caminé muchísimo, pero no sabía dónde iba. Ahora bien, habido conocido el idioma de los duendes, comencé a descubrir los motivos, también mi constancia en repetir en círculos y por qué de la increíble y poderosa atracción que produce el aroma de pinos y flores y resto de vida. Pero no me sirve el comprender, sólo con eso no basta para encontrar el agujero de gusano. Intuyo que soy un poco más bosque y menos yo y he de admitir que ya no temo transformarme en raíz de abedul o en hojarasca caída de robles. Es cuanto la luz del sol penetra en mi organismo, descompone el pensamiento y solo soy un vacío en la quietud del momento; y solo me mueve la brisa, balanceando mi cuerpo. Siendo parte de la vegetación entiendo las cosas de otra forma. Pronto seré succionado por el agujero de gusano. Apareceré desnudo en otra parte. Puede que entonces me toque lidiar con una selva aún más profunda, más hostil y peligrosa; o puede que aparezca en mitad de un desierto, sin nada más alrededor que una inmensa llanura plagada de dunas. Pero no recordaré este bosque, estos valles repletos de aromas. Ni recordaré el idioma de los duendes. Pero estoy seguro que intuiré una salida.
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