Cuando a medianoche
Cuando a medianoche tu garganta
se partía en rosas
como en un acto de fiebre,
águilas abiertas
decretaban mi extinción.
Y
hacia las nubes,
nada pudo atravesar mi perpetuo deseo endemoniado,
que ya no está en el comienzo de tu patio redondo,
ni en mi corazón sustraído
de la bolsa más austral.
..
Te recuerdo bebiéndote el aire,
tapándote el alma
para que los malos miedos
no la destruyeran,
acunándola como a una preciosa rama de estrellas.
Pero nada se pudo,
ni mis brazos, ni mi arrojo incesante,
en tu forma lujuriosa de amar.
Dejaste que el cielo te regara sus penas,
y los barcos las olas que partían.
Formas de ver lo invisible:
olorosa luz hecha de barro,
días destinados a la nada;
y más allá
el campo abierto,
y tú corriendo como un niño
en pos de ceremonias
que siempre siempre
resultaban naufragios.
Conoce más del autor de "Cuando a medianoche"