BARRO

2014 Feb 02
Poema Escrito por
Alastor

Recuerdo ser tan joven como para no acordarme de cuando
exactamente, pero para saberme feliz: no sabía leer ni
escribir. Y siempre llovía, e iba con mangas cortas, en
cualquier estación. Así un día cualquiera aprendí a
escribir, antes de leer cualquier mierda, porque empecé
a extraer los pensamientos de la gente, o quién sabe.
Iba en bicicleta, con las ruedas salpicando barro, y los
zapatos pisando barro, y también el pan de la cesta
llegaba sazonado al barro y la calle era un barrizal.
Cuando veía a alguna mujer-normalmente ninguna de

aquellas hacía honor a su género, he de decir que
hombres veía pocos y así mi mente jugaba cruelmente
conmigo mismo-, siempre me decía cosas como un "¿no
tienes frío muchacho?"-fácil- "Hay que ver, que mozo tan
fuerte y guapo vas a ser"-muy fácil- "¿Como está tu
madre? que chico más dulce y educado, lleva cuidado con
el pan"-peligrosamente fácil-. Así, en mi casa, subido en algún árbol del
jardín o mojando a mi perro para ver como se llenaba de
barro, yo intentaba recordar esas palabras durante mis
incursiones al barrizal, curiosamente en mi cabeza solo
escuchaba música y cuando le daba tres cuartos de la
barra de pan a mi madre-porque el trozo que faltaba me
lo comía por el camino...-ella sonreía pero sus ojos
reflejaban una asombrosa tristeza, transformando así la
música de mi cabeza en palabras. Y pronto, demasiado
pronto, llegó el momento de que ninguna de aquellas
extrañas mujeres se acercase a saludarme, quizás les
preocupaban todas esas horas blanqueando y planchando
sus prendas y no querían llegar a casa con un trozo de
mí, seco y arenoso, como su cerebro. Las odiaba, y no
porque odiasen a mi madre-pensaba por aquel
entonces-sino porque eran unas perfectas idiotas,
perfectas; si no me saludaban podía observar como sus
maridos o alguno de sus hijos les echaba un rapapolvos a
lo lejos, si preguntaban por el pan de manera tierna
creían que sus mesas sería más acogedoras que la mía o
por el contrario, con suspicacia, agarraban su monedero
siempre a la vista del barro. Si mi piel a la intemperie
se erizaba sonreían al saber que todavía aguantaban el
otoño liviano como un niño en su bicicleta, si hacían
alusión a mi irremediable belleza infantil pedaleaba
como si mi bicicleta fuese una máquina del tiempo, no
podía observar como sus ojos se abrían y cerraban como
dos oscuras maldiciones mientras la palabra "guapo"
resbalaba por sus bocas como su dignidad por el barro y
yo no quería jugar con sus nietos ni con sus hijos
porque gustaba de jugar con mi perro y llenarnos juntos
de barro. Finalmente, si preguntaban por el barro, con
su voz entrecortada y sus manos fijas en mi cara
embarrada como una culebra enrollada en uno de los
árboles de mi jardín, indolentemente esperaban ser
iluminadas por aquel niño tan educado, guapo y
servicial; que de una vez por todas alguien como
yo-embarrado y YO- les dijese que también eran personas,
con futuro, ¡cada día sale el Sol!, mujer, ¡retuércete
en el barro!, esas cosas que de tanto saber uno acaba
por olvidar, como el propio barro, y son despreciadas de
manera injusta y estúpida.

2014 Feb 02

Alastor
Desde 2013 Oct 22

Conoce más del autor de "BARRO"