VERSÁNDOLE A MI AMOR

VERSÁNDOLE A MI AMOR
(en respuesta a “Versándole a mi Soledad” de Giann Poesía)

Tal vez fuese mejor emigrar de mi cuerpo,
o encontrar otro espíritu que me dé nueva vida.
O quizás, mejor sea y menos traumático,
extender los pies, estirar las piernas
y dejar que las lágrimas corran por mi boca
hasta que el monótono canto de las cigarras
apague mi llanto,

hasta que la insistente lluvia
haga temblar la cruz que se halla
en el glorioso centro de su mágica frente.
Cierra el viento, en su continuo mugir,
aquellas grietas que abiertas quedaron
cuando escondí mi amor entre sobrios perfumes.
Al romperse mi sur,
como efímeros médanos repletos de torcaces,
se clavó en mis oídos el trino de su voz...
¡Te llamaré Palabra,
Palabra, sí, lejana, que llega a mi rincón
vestida de olivares por la ensenada fresca,
volando insolente y atravesando mi carcasa…!
Pregonaré tu amor.
Te llamaré recuerdo de recuerdos
cuando me lleguen los silencios azules
que sin piedad golpean mi mundo atravesando
la esencia lastimera de todos mis vocablos.
Carcomidas mis rocas, suplicaré piedad,
me alimentaré de tus hercúleos arrecifes,
beberé de tus níveos acantilados,
me sanará el oasis de tu voz.
He habitado decrépitas playas,
me he tendido sobre parcas arenas,
al polvo di los frutos de mi secreto amor.
Una lanza en sus manos mi amada sostenía,
yo su nombre cantaba
y mi garganta añoraba su hogar.
Rosa de mis mañanas,
el anhelo de un nombre se posaba en mi aire,
el aliento de su ausencia rondaba mis balcones,
refrescaba mis ventanas,
hacía temblar mis cortinas
y llamaba a mi puerta teñida de un falso verano
que muy pronto despediría a aquellas golondrinas
que, a solas, habitaron las desiertas orillas
de un triste y gris mediterráneo.