¡POR EL CAMINO DE LA PAZ Y DEL AMOR!

2017 Abr 13
Poema Escrito por
Franlodel

¡POR EL CAMINO DE LA PAZ Y DEL AMOR!
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Se quedó parado, quieto por las voces de la gente que gritaba. Un tumulto de personas descompuestas, rodeaban a una pobre mujer, que tirada en el suelo lloraba amargamente.
Todo el mundo la increpaba y golpeaba sin piedad:
—“¡Hay qué apedrearla!”— Decían— ¡A lapidarla!—
gritaban.

Jesús se acercó, y con dificultad, se abrió paso entre ellos. En medio de una turba humana poseída por el odio y el furor, una mujer, humillada y tirada en el suelo, lloraba con el cuerpo lleno de sangre, sudor y fango. Su mirada, turbia por el llanto, estaba llena de tristeza y sus manos temblaban por el miedo y su infinita aflicción.

J

esús la miró con compasión, mientras la gente no dejaba de insultarla vociferando y gritando, con las piedras preparadas para su lapidación

Ella, -al advertir su presencia- levantó su cara lentamente, mostrándole su pena y su vergüenza, sin decirle nada. Él, se fue hasta ella, y agachándose, le acarició el pelo y le cogió sus temblorosas manos. En aquel instante sus miradas se hicieron una y sus almas se abrazaron.

El gentío, descontrolado, gritaba cada vez más alto palabras muy soeces y groseras, exigiendo justicia de inmediato y aguardando para escupirle y lanzarle piedras y guijarros.

—Maestro, esta mujer ha sido hallada culpable de adulterio y condenada, vamos a lapidarla tal como dice y manda la ley… ¿Tú crees que eso es justo…o no? ¿Qué dices…? ¿Debemos apedrearla? — le preguntaron algunos sacerdotes y fariseos con muy aviesa intención.

Él se incorporó dejando a la mujer tendida, les miró fijamente a los ojos y les dijo: “¡Quien de vosotros esté libre de pecado, que tire la primera piedra!”… Y después se agachó de nuevo, cogió a la mujer por la cintura y un brazo y le ayudó a incorporarse.

Las hordas, al escuchar sus palabras, se fueron marchando poco a poco con la conciencia intranquila y la mirada agachada… y Él – acariciándole el pelo y secando su llanto-, le dijo: “Vete mujer a casa que ni yo ni nadie te ha condenado”.

Cuando se despejó el lugar y no quedaba nadie, se dirigió al mar de Tiberiades y se sentó a descansar en su orilla un rato.

El agua estaba en calma y la brisa le acariciaba el rostro. Sus discípulos, sentados junto a Él, se regocijaban con sus palabras…, y hasta las nubes y las gaviotas se paraban a mirarle.

Después de un rato, miró fijamente al cielo y con tristeza exclamó: “Padre, ya se acerca el momento de cumplir tu mandato, ayúdame a soportarlo”.

Por la noche, en casa de María Magdalena, se sentaron todos en el patio, bajo una enorme higuera, a tomar el fresco. Ella, le lavaba los pies ungiéndolos con perfumes de jazmín y rosas. El cielo brillaba más que nunca y el aire olía a albahaca, jazmín y espliego.

Les habló del amor y algunas cosas que no entendieron, pero su espíritu -y el iris de sus ojos-, se dilataban con la paz que transmitía su voz y la tranquilidad que emanaba como un manantial de su cuerpo…

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie viene al Padre sino por mí”— les dijo mirando a las estrellas y después a ellos… y se apartó para orar buscando la soledad de la noche y la tranquilidad del silencio.
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-Yo -desde aquí- aún le veo andar por los caminos polvorientos de Judea, predicando en las vaguadas, rezando en el desierto, cruzando valles y montañas, devolviéndoles la vida a los muertos y la vista a los ciegos... curando a los tullidos y leprosos, consolando sin descanso a los enfermos… difundiendo con sus palabras mensajes de amor y esperanza: andando por las aguas, multiplicando los peces y los panes, proclamando sus bienaventuranzas desde lo alto de un cerro….
Y conservo en mi memoria su nítida mirada, sus palabras, su sonrisa y también sus nobles gestos; porque nadie como Él, supo ahondar en el alma de las gentes, ablandar sus corazones y entrar en lo más profundo de ellos.

Hoy he pensado en Jesús de Nazaret un rato, y he estado caminando junto a Él, escuchando sus palabras por los caminos polvorientos de Israel, y después -de vuelta a mi realidad-, he recordado, que su ejemplo es el que me da la fuerza para seguir buscando -por el camino de la paz y del amor-, el Paraíso Eterno, abierto por el sacrificio de su redención

Autor: Francisco López Delgado
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2017 Abr 13

Franlodel
Desde 2016 Jun 01

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