Por amor nació la vida.
Estaba caminando por el cosmos, consigo mismo,
deambulando, el señor de la oscuridad,
meditando, pensando siempre en lo mismo,
en lo vacío que estaba, en lo triste, en su soledad.
Y en su llanto reprimido, apagado,
dejó que una lágrima, por su tez, rodara.
Y en su ruego escondido, acongojado,
dejó que un quejido de su alma escapara.
Y
en sus tiernos cariños y eterna sabiduría,
puso los ojos en él, al fondo de su desconsuelo,
se propuso agraciarlo al instante aunque no se lo pidiera.
Permitió en el firmamento, que el señor de la oscuridad
envuelto en soledad y melancolía,
se encontrase por unos minutos, como por casualidad,
con la señora del alba, cuando ésta amanecía.
Y pasó, desde entonces, que hubo noches más largas,
la oscuridad esperaba a su amada durante el invierno,
y el alba, enamorada, adelantó su llegada
en primavera, para salir a su encuentro.
Desde entonces, anocheceres se funden con amaneceres,
rojos pasión, naranjas candentes, rayos de sol en las madrugadas,
el alba enamorada duerme en brazos de atardeceres,
fuego y besos, caricias de luces atenuadas.
Y el mar, sosegado, quiso ser testigo de su boda,
vistió el agua de ufano oleaje, de peineta y encaje.
Por lecho nupcial, tostado trigal y rojo amapola
regaló el danzante valle su mejor paraje.
La brisa, jovial, donó su oscilante melodía,
la alondra, matutina, puso su excelso canto,
el lucero titila en las alturas su gala preferida,
y las nubes, arroparon el casorio con su manto.
Y del fruto de esa unión les nacieron retoños:
El regocijo, la amistad, y el cariño en primavera,
el afecto, el gozo, y las risas en otoño,
así llenaron de cualidades toda la esfera.
El creador, el señor del cielo, viendo estos dones, sonrió,
y en su complacencia, en su infinita sabiduría,
abrió las palmas de sus manos y otro regalo les dio:
Enjambró la tierra de criaturas, de vida y alegría.
Conoce más del autor de "Por amor nació la vida. "