Poema sin título.

Este poema lo he empezado muchas
veces, y otras tantas lo he borrado,
porque no encuentro la forma de explicar,
ahora que mi memoria me abandona,
y a mi cuerpo le salen manchas
como al espejo de mi armario,
que. cuando me levanto, y huelo
el perfume de las flores, y oigo cantar
a los jilgueros, me pongo tan contento,
que suspiro y mire el cielo, para

darle gracias al Señor por todo
lo que me ha dado: el amor de mi
familia y mis amigos, la luz del sol
el pan de cada día, el aire
que respiro…

Y que, tengo tantas ganas de vivir,
y tanto miedo al mismo tiempo,
que, cuando me acuesto, y pienso
en mi pasado -u oigo silbar el viento-,
tiemblo y llorisqueo, como cuando
era un niño, y me asustaban
las salamanquesas de ojos grandes,
y el graznido de los cuervos
y los grajos.

Este poema, lo he empezado muchas
veces, y otras tantas lo he borrado,
porque soy incapaz de explicar
lo que estoy sintiendo, y, porque
me da vergüenza de que os riáis
de mí, y me hagáis daño, ahora que
apenas tengo fuerzas, y me golpean
con dureza los martillos
de los años…

Pero hoy, después de sentir la brisa
en mi cara, y ver cómo sale el sol
por el horizonte, he empuñado la espada
del Príncipe Valiente, para deciros,
-con las palabras que me dicta el alma-,
que, aunque penséis que soy un iluso
que vivo en el mundo de mis sueños,
tengo mis pies en la tierra, y, donde
brillan las estrellas, mis esperanzas y
mis anhelos… y que, amo tanto a la vida,
y soy tan sensible y vulnerable, que,
cuando leo los poemas de Neruda,
-o veo cómo juegan los niños en el parque-,
me emociono de tal manera,
que mi corazón se vuelve un copihue,
y floto por encima de las nubes,
los montes y los mares…

Y también que, cuando paseo
por el campo, y contemplo la inmensidad
del cielo, y la belleza de la Naturaleza,
me dan ganas de volar como las palomas
y las golondrinas, para sentir el soplo
de Dios en mi cara y en mi frente,
y hacer piruetas en el aire…
Y, de hacerme lluvia, para regar la hierba
y la tierra seca… y savia, para alimentar
a las plantas y a los árboles…
y prado y rivera verdes, para que crezcan
en mi pecho las amapolas, las juncias
y las cañas… y mar azul y limpio,
para que vivan las algas, los peces
y los corales…

Y gota de rocío, y agua de la fuente…
y brisa y lago, y río…
y flor de almendro y de naranjo…
y alondra, abeja y colibrí…
y tomillo y romero, y laurel y albahaca…
y jazmín y rosa, y clavel y margarita…
y camino y piedra, y musgo y polvo,
y espuma de las olas, y arena de la playa…
y arcoíris de la paz, y estrella y orto…
y luna, para que sueñen los enamorados
y se inspiren los poetas…
y sol, para alumbrar y el día y calentar
a la tierra y a la gente…
y color rojo y gualda, para pintar
arreboles en los atardeceres,
y en las nubes que flotan en
el horizonte…

Oh, ya sé, que lo que os digo,
os parecerá un cuento chino,
y que, es posible que os riais de mí
a carcajadas, o, de que me toméis
por un cursi empedernido,
o por un tonto, que vivo bajo
el manto de mis creencias y mis
ideales… sin querer enterarme,
de que la vida y las costumbres
han cambiado, y, de que los poetas
de ahora, no escriben con puntos
y comas, y no suelen hablar del
mar, el cielo y las estrellas,
sino de cosas más corrientes
y mundanas …

Pero a mí, eso no me importa,
porque yo tengo que mantener
mis principios y mis normas,
y dejar testimonio, en este poema,
que consigo terminar ahora,
de lo que pienso y siento, para
que lo lean y le pongan título,
quienes vibren, -como las gotas del
rocío y el bordón de mi guitarra-,
al contemplar el milagro de
la Naturaleza, y el resplandor
de la mañana.
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Autor: Franlodel.
(Francisco López Delgado)