Pecados capitales: Envidia
Entre la arboleda de lorca
crece una flor virtuosa,
en el candor de su pureza
enceguece el alma dulce
con su hermosura toda,
de verde talle fino,
y traje de bermejos pétalos
brilla a toda hora
en la tarde o a la aurora.
En su baile coralino
en el límpido rocío vespertino
y junto a la senda silenciosa
el peregrino inhala en el ambiente
su blanca y tierna poesía
que obsequia al sol del oriente.
Entre las sombras y el misterio
repta toda caprichosa
con sus murmullos de hechicera
la hiedra leñosa y venenosa,
lentamente su piel ronda
el sendero del peregrino
inundándolo con su mundanal envidia
que padece por esa flor de casta inocencia.
Con el placer de su burlona poesía,
su pluma de aspecto venerable y seria,
y en el seno de su sufrida calma
que te invita a meditar profundo,
intriga la fe del viajero incierto
al pie del muro de sus vagas letras.
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