Partir al acervo primitivo

He deseado marcharme lejos.
De la frivolidad enferma de este mundo, zambulléndome en el abandono de la espesura arbolada, en la tundra,
en lo septentrional de la maleza incólume, lejos de la causa y el asomo de la marchita civilización.

Del espasmo en el cual mi espíritu se ahoga en un reino de mentiras gastadas, en el que los sueños se traicionan por tan poco.
Mi alma ansia marchar desalada mente al acervo primitivo, lejos de la dolencia del ego, del fatuo narcisismo implantado, dónde los albos sueños ruedan por un mundo difícil, y se transforman en desprecio, y oscuridad.
He querido migrar.
Al tiempo donde la frivolidad no irrumpe, en el lugar en que los ingobernables portentos del tiempo son ignorados, e invisibles a otros. Allí, las palabras palpitan en la mente y reverberan en la imaginación, refugiándose en el atardecer, en la noche, todavía tímidas, e impregnadas de sueños, se rinden al poder de la Epifanía.