Ojos encendidos
cuatro meses sin verla, tres meses sin hablar, un período eterno sintiendo que no respiraba.
Supe que la iba a encontrar a la salida de aquella biblioteca donde iba los jueves a estudiar.
Toda la semana anterior me estuve preparando mentalmente para aquel reecuentro. Repasando cada gesto, cada palabra.
De su parte no esperé menos que ojos llenos de furia, encendidos de fuego, cuando me viera (y con razón).
Lo que me descolocó fue que al verla no vi ojos encendidos, me encontré con unos ojos apagados, vacíos.
No fue hasta ese momento en el que entendí el mal que le había hecho. Eran ojos de apatía, que ya ni si quiera contenían lágrimas, estaban gastadas.
Unos segundos después de que salió, atrás de ella salió otro hombre. Se me hizo insoportable ver cómo le atravesaba la cintura con el brazo.
E
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