Mi querido Agustín.

Mi querido Agustín.
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Mi querido Agustín, estoy seguro,
porque fuiste un esposo fiel, un padre
justo y un hombre bueno, de que, después
del dolor que has sufrido por tu larga
enfermedad, y tu impaciente espera,
estás descansado en paz, y que, junto
a papá y mamá, me miras y sonríes
Ahora, que empiezas a vivir la Vida
Eterna, dejarás de sufrir, y de
hacer preguntas y esperar respuestas,
porque Dios, es la única verdad,
y, en su paraíso, no existen
ni el dolor ni la tristeza…
En este instante, mientras que contemplo
el horizonte, y lloro como un
niño, me acuerdo de tu sonrisa, y,
de cuando me decías, que tú eras
quien me paseaba con el cochecito,
y me enseñó a hablar y caminar…
y también, de tus ocurrencias y tus
chascarrillos, y, de cuando te fuiste
a la mili y volviste vestido
con un uniforme azul… y, de cuando
te casaste con la Mari en la iglesia
de Cornellá, y de tus aventuras
y tus inquietudes: ¡mi pensamiento
es un laberinto de emociones y,
mi corazón, un polvorín!...
¡Oh, cómo te echaré de menos esta
Navidad, aunque te sienta dentro de
mi pecho y te vea sentado en
tu silla, con tu semblante alegre y
tu sonrisa amplia, comiéndote
un plato de escudella y de carn d´olla,
y contando chistes… Creo, que este año,
no tocaré la pandereta, ni me
vestiré de Papá Noel, y, que tu
regalo, lo guardaré en el baúl de
mis sentimientos, para que lo abras
cundo estemos juntos.
Querido hermano, aunque yo esté triste,
te pido por favor, que les sonrías
a los ángeles y a los serafines,
que beses a nuestros padres y toques
la guitarra… y, que le hagas cosquillas
y carantoñas al Niño Dios…
Hermano, la última vez que
ti vi, fue en el bar de la Esquineta,
estabas fumándote un cigarro
y saboreando una cerveza:
“Cómo estás Agustín”, te pregunté…
“Aquí, ¿es que no lo ves?, esperando,
esperando” … me contestaste…
Y, te fuiste un día de noviembre,
al despuntar el alba, silente y
convencido, de que la Luz que viste
al partir, era la del camino que
te llevaría hasta la paz que tanto
ansiabas.
Querido hermano, te escribo este
poema, para decirte, que siempre
te recordaré, aunque me quede sin
memoria… y, ¡que te quiero y te querré,
con el corazón y el alma!
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Autor: Francisco López Delgado.
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