Mi querida madre, Carmen Conde

Sangre de su sangre soy
vida de su vida,
carne de sus entrañas
de su jardín flor que envidia.
Es uno nuestro dolor
la misma nuestra alegría,
allá me lleva en su ser
es suya la vida mía.
Que más pudiera ofrecer
a quién mi noche ilumina,

si ella ha de padecer
que no amanezca ese día,
y antes de anochecer
caiga sobre mi esa ira,
que a ella en su cansada edad
ya hizo mella la vida,
y no ha detener piedad
quien su corazón castiga.
Que levanten un altar
y traigan flores divinas,
le ofrecerán su cantar
ruiseñores y golondrinas,
pues yo he de ser su guardián
mientras ella esté en vida,
y el lucero que la alumbre
cuando descanse en su día.
Es su ternura de madre
la que mi sendero guía,
y mi ansiedad la que arde
por tenerla cerquita mía.

Amor de hija

Si llorar es sentir
que fuerte es mi sentimiento,
si querer es pecar
es tan grande mi pecado,
si amar es sufrir
que enorme es mi sufrimiento
si vivir es luchar
por ti madre estoy luchando.

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