Marioneta
Ella es la alucinación que me sujeta
que me ata a este lugar
tal instrumento innatural,
cual imán de inevitable hacer
que aparece siempre a retenerme.
Emerge como la luna de plata
en cada noche precisa,
y aunque la quiera olvidada
con su mirada sumisa
Es un artilugio del destino,
ajenas cartas de algo o alguien
que desde lo alto opera marionetas
que retrasan adrede el cuerdo afán
del intrincado teatro de los días.
Ella me arroja a la aventura
de su halo de recuerdos, de los tiempos de saberla,
cuando de memoria exploraba su pereza
y el contacto de sus besos cálidos
colmados de deseos sueltos en un campo santo.
Y no sabe de este fruto áspero
de este anacronismo insano...
Lo nuestro le fue una ilusión temprana
demasiado ilógica
de promesas tan volátiles,
alegorías efímeras
como el sentir de los cuerpos,
como el espacio eterno sobre las pocas cosas.
Natalie…
Invulnerable presa del poder y el miedo,
del solaz deseo,
del ensueño y las horas...
Un amor fugaz,
trepidar de aguas que a su cauce no retornan,
caminatas cómplices robadas al tiempo,
miradas sonrisas caricias
adheridas ahora
en los dobleces del alma…
Mas, si me dispongo marchar
vienen sus ojos grandes y sus labios de silencios,
vuelven pequeña tus tristes movimientos
y tus reproches sin derecho,
a anclar mi barco a tu retazo de mar.
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