Ligero.

2017 Mar 21
Poema Escrito por
Franlodel

LIGERO.

El camino era abrupto, largo y polvoriento. Me sentía muy cansado. Mis piernas me pesaban como losas y mis pies los tenía entumecidos de tanto caminar con la carga tan pesada que llevaba. Ni mi alma, ni mi pensamiento, se dieron cuenta de que el día declinaba, que el sol se trasponía por el horizonte, esparciendo destellos colorados por los páramos del cielo, y brillos de plata y oro sobre los surcos de los agros, abiertos como heridas por las rejas del arado. Me encontraba absorto, inmerso en los recuerdos que me unían como un lazo al dosel de mis apegos. A mi alrededor todo estaba en calma, nada se movía: ni las hojas en las frondas, ni la copa de los pinos, ni el aura de la tarde; tan sólo se escuchaba mi respiración y el sonido de mis pasos cada vez más cortos. Mi corazón me golpeaba buscando una salida. El camino era largo, abrupto y polvoriento, ni la estrella de mi esperanza existía, ni el nombre de mi destino tampoco.

- ¡Buenas tardes! –Oí detrás de mí. Giré mi cabeza y vi a un hombre alto moreno y con el pelo largo. Su rostro -sereno-, estaba iluminado y sus ojos eran transparentes como la luz de la alborada.
- ¡Buenos días! –Le respondí extrañado por su repentina presencia.
- ¡Qué tarde más hermosa hace! - Me dijo mirando el cielo.
-La verdad es que sí –le respondí-, no me había fijado.
- ¡Mire como brotan los almendros y cantan los jilgueros sobre los granados… y suena el agua del río y brillan las amapolas del campo..., añadió con voz serena y clara!
- ¿Me permite que le acompañe durante un rato…? - Me preguntó mirándome a los ojos.

- ¡Claro que sí! - Le respondí.
Mientras me hablaba caminando, sentía que algo sucedía en mi interior, que mis piernas ya no me pesaban, que mis pies no me dolían, que mis pasos eran más seguros y más largos…
- ¿A dónde va? ¿Va muy lejos? – Me preguntó mientras miraba mi ropa y mis alforjas tan repletas.
- No lo sé – le respondí- ni siquiera sé de dónde vengo.
- ¿Pues, para qué lleva tanto peso? - Me preguntó de nuevo visiblemente extrañado.
Me quedé pensativo, sin saber que responder, mientras seguía caminando.
- ¿Y usted a dónde se dirige con ropa tan liviana, sin hatillo ni equipaje y alpargatas de esparto? –Le pregunté después de un rato.
-Voy muy lejos de aquí, pero para ir a donde voy, no necesito equipaje. Un día volveré para abrazarme a los que se hayan quedado olvidados– me contestó.
De nuevo me quedé en silencio, sin entender lo que decía…. y proseguí caminando junto a él, mirando como siempre al suelo.
Al cabo de un rato me volvió a decir.
- ¡Mire los trigales! ¿No ve como bailan las espigas al son del aire, esperando con alegría el momento de ofrecer su fruto… y cómo brilla el sol sobre el horizonte y la higuera se va preñando de higos para que los hombre y los pájaros los comamos…, y brota el agua de la fuente y se levantan las chumberas al borde del camino…, y pululan los insectos en los alcauciles, y vuelan las abejas sobre los estambres de las flores… y se elevan al cielo las hojas de las pitas y dan sus fruto los madroños y las esparragueras, y se rizan los pámpanos de las vides y cantan los pardales sobre los olivos ...?
De nuevo pensé para mí - ¡Qué hombre más raro y qué cosas tan extrañas dice!
- Perdone, pero es que le estoy dando vueltas a la cabeza, y no llego a comprender por qué lleva tan poco equipaje para su viaje _ ¿Cómo lo hace usted? ¡Mire cómo voy yo de preparado! –Le dije orgulloso, mientras le enseñaba lo que llevaba en mis alforjas y en todos mis bolsillos.
- Es muy sencillo -me respondió-, para viajar tan sólo hace falta imitar a los seres que Dios creó: todos saben lo que son, todos saben dónde ir y lo que hacer… ¡Y mire que ligeros van! ¿Acaso la golondrina, la paloma, el grillo, la alondra, el ruiseñor o el ciempiés, necesitan alforjas para moverse o volar…? ¿Acaso el sol, el aire, las nubes o las flores, se cuestionan lo que son…? ¿Es que el río, o el viento, o el polvo del camino, se preguntan a donde van… ¿No le parece que el peso que lleva es demasiado para ir a ninguna parte...? Haga lo que yo, despójese de todo, ande más tranquilo y sosegado y párese de vez en cuando para mirar la naturaleza, inspire profundamente y mire a su alrededor, ¡hay tantas cosas hermosas que va obviando en su desenfrenado caminar...!
Me quedé muy pensativo… y de pronto, me paré y me senté en una piedra al borde del camino, bajo la sombra de una higuera grande. Miré al horizonte y respiré profundamente, sintiendo cómo el aire anegaba mis pulmones. Toqué con mis manos la hierba y las flores y vi que todo estaba lleno de vida y de color, que los pájaros cantaban, que el aire se movía, que el sol brillaba en el horizonte, y que mis piernas ya no me pesaban, que me sentía más alegre y con muchas ganas de vivir… y pensé: “Pero qué ciego he estado durante toda mi vida, al no darme cuenta, de que lo importante no es lo que tenemos o acaparamos, sino lo que sentimos, y queremos y gozamos…, que la mayor riqueza no está en los apegos de este mundo y sus banalidades, sino en la pureza del alma, en el amor y en la libertad ”…
Hasta que su mano me despertó de mi cogitación tocándome el hombro y su cálida voz que me dijo…
-¡Si quieres, seguiremos el camino juntos. Levanta tus ojos, rompe tu alforja, abre tu alma y tu pecho… ama sobre todo, no te sientas reo de las cosas, muéstrate libre y ligero… como el agua del río, como la luz del día, como las hojas al viento: libérate del peso!

Autor: Francisco López Delgado.
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2017 Mar 21

Franlodel
Desde 2016 Jun 01

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