la tristeza de mi espejo
Y ahí lo tengo, frente a mí.
Empecinado en demostrarme la derrota de mi sonrisa.
Me recuerda los días que pasan, pero a ellos les suma los años que vendrán.
Me muestra fatigado, abatido, devastado.
¿Intenta conversar conmigo… o reírse de mí?
Me mira fijamente y no reconozco esa cara que se enfrenta ante mí. Le temo,
porque es lo que siempre temí.
Me lavo los ojos para volver a mirar,
pero sigue esa mirada fija, perforando la mía,
hubo grandes risas. Momentos felices.
Momentos que se fueron. Momentos que ya no están.
En llanto, rompo el espejo, pensando que así aniquilaré mis penas.
Pero caigo en la cuenta de que las miradas se multiplican:
una por cada pedazo del estallado espejo.
Junto los vidrios con la esperanza de que, al reconstruirlo,
habrá una nueva cara.
Que volverán los tiempos de alegres sonrisas.
Mis lágrimas hacen de pegamento para unir
los fragmentos de mi enemigo.
Y como el ave fénix, él resurge.
Pero no para salvarme.
Para recordarme qué quedó de mí.
Porque el destrozado soy yo, y no él.
Mis lágrimas vuelven.
Apago la luz, con la esperanza de que,
en la larga noche, vengan a mí los sueños
que me devuelvan, al menos por un instante,
a aquella vez en que fui feliz.
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