La otra cara del verso
Porque construí en mis costillas,
una casa para los dos.
Partí, mi columna en trozos,
con tal de pintarte,
en el rostro una sonrisa.
Porque te di la mano,
y los restos,
de mis alas rotas.
Te di mis versos,
que llevo por mirada.
Porque te di mis horas,
mi plena confianza.
Mi lugubre, sonrisa.
Porque, te di el clavo,
que jamás pensé,
que usarías...
En mi contra.
Porque me rajé los nudillos,
me envolví el orgullo
y te robé un beso.
¿Por qué me hiciste estallar, cielo?
¿Por qué derrumbaste nuestro hogar?
Ahora... ¡Para!
No repares nuestra casa.
Enterate,
que mi columna son cenizas
que mis costillas,
ya no pueden...
Sostenerte.
Mi risa ya no brilla.
¡Qué falso!
El sonido de mis carcajadas.
Ya no duermo tranquila.
¡Qué extraño!
Saber que no estás
a la altura,
de mis lágrimas,
de mis poemas.
Y aunque es verdad que...
De 24 horas ocupo,
en amarte 25.
No volveré a mirarte,
aunque siempre.
Siempre...
logre respirarte.
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