Imagina

Imagínate en la absoluta nada vacía.
No existes.
En paralelo, el universo sigue vibrando y latiendo en su infinita espiral de caos y orden. Tú no estás. No hay nada. Y tus ojos jamás volverán a mirar. Yaces en un sueño infinito del que no saldrás.
Siempre he pensado que la inexistencia es más sencilla que la propia existencia. Da menos que pensar. Es sencillo deslizarte por la nada y ser simplemente nada. No obstante, nos aferramos a la vida.
Imagina una vida sin sentido ni propósito. Una vida creada y llevada por azar, en la cual caminas por un precipicio haciendo equilibrismo boca arriba con una mano y perseguido por un cuervo.
Caes al vacío, vertiginosamente, el aire te envuelve el rostro y el cuerpo como un colchón de nubes. No conoces el final, no tienes ni idea de lo que depara la caída, la asumes.
En esa franja de existencia abierta, eres libre de volar sin impedimento ni camino ninguno, eres el espacio que te envuelve y gira… hasta que el cuervo te sacuda y te deje caer.
¿De qué deberías tener realmente miedo?

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