Hija de la media luna

Silueta escondida en un bosque nublado,
una bandera petrificada y un gorrión enmudecido.
La palabra se evade como una mañana corta, como una tarde feliz...
El perfil mundano vertido en un recuerdo acorralado,
se desnuca de tanto resistir,
se pierde de tanto encontrar,
se hace en la imaginación una perfecta entidad...

Un tintero se muestra exuberante,
pero a la vez ciego,

no es nada sin la voluntad de la sombra
que quiere expresión a costa de la luz que la hace existir.

El muro indemne de tanto ser golpeado por los decibelios,
por los gritos, por una realidad sin espontaneidad,
por una mentira que vibra entre ponzoña y culpa.
Ahora se resquebraja, lentamente,
amenazado por un tiempo alterno,
por un desequilibrio emocional,
por una piedra existencial,
un plano disipado, virtual, imaginado,
o tal vez más real y antiguo en un despertar divino...

Las sombras envuelven al contorno almibarado,
se hace visible, mas definido
su nitidez se expone a la fe y al fragor de una guerra ancestral.

¡Es de día ya!