Grito Ahogado - A La Sombra Del Dolor
¿Podrías culparme por sentirme como un gusano?
No como esos que uno menciona cuando está enamorado, sino como algo insignificante, culpable, e insulso. No sé cómo llegué a esto: de sentirme en el cielo a caer poco a poco, manchada por algo que no se quita ni con remojo. Mi alma, antes colorida, hoy se siente vacía; un aro gris y opresivo acecha mis sueños.
Soy culpable de todo esto. Me recrimino no haber podido decir "no". Un demonio, un fantasma, una pesadilla... esas son las formas que toma la sombra que hoy me acecha entre pensamientos delirantes.
Desearía salir de esto, volver a mirarme con amor y admiración, como hacía apenas días atrás. En cambio, siento un manto negro que cubre mi ser con dolor y angustia. Anhelo una cura o un alivio. Quisiera cambiar esa escena, tal vez decir algo distinto o simplemente no haber ido. Pero no tengo excusas; no soy una cobarde... o al menos eso es lo que todos creen de mí.
Puedo ver los ojos de mi madre acusándome desde las rendijas de mi habitación, el gruñido de mi padre al imponerme de nuevo su plan, y la falta de conciencia de mi hermana menor, ajena a que soy el Atlas que carga al mundo. Desearía que nadie me viera así.
Quisiera ser importante, única y valiosa para alguien, en vez de ofrecer mi peso en oro para que me consideren suficiente. Que alguien me ame se ha vuelto un sueño lejano; la incondicionalidad, una fantasía. Me siento como un navío a la deriva enfrentando una tormenta.
�
No dije "sí", pero tampoco negué. Puso su mano sobre mi piel, y aún me arde donde fue. Me dijo cosas que desearía no haber escuchado. Quisiera haber sido valiente para detenerlo. No pasó de un toque, pero no quiero revivirlo, no quiero hablarlo, no quiero pensar más en él.
No quiero verlo como un espectro en mi intimidad, ni recordarlo fuera del gimnasio. Dudo que vuelva a ver su cara y sonría, a menos que sea fingiendo estar bien mientras escondo mi fragilidad.
Él lo hizo, y yo pago por ello. Él no debe siquiera pensar en esto, mientras yo me ruego olvidarlo. Fueron solo tres segundos de contacto, pero me marcaron más que años de gritos. He pasado por otros infiernos, pero este me rompió.
Guarda el secreto, me dijo.
Quise gritar. Él dijo que era "por ciencia". Fingí creerle, aunque sabía que estaba mal. Recuerdo esa esquina, su tacto, su diálogo, su mirada. Odié cada segundo. Desearía haber sido más fuerte, haberme ido una hora antes. Pero me quedé, bajé la cabeza, y ahora cargo con el peso de su acto y mi silencio.
Comencé a boxear para sentirme fuerte, pero todo se vino abajo como un castillo de naipes. No estaba preparada para enfrentar mi mayor temor: ser indefensa. Él, una figura de autoridad que debía protegerme, me traicionó.
Quiero llorar y gritarle: ¡asqueroso!
Me siento sucia, vacía, y sin alma. No sé cómo afrontar esto. Estoy cansada de repetir el escenario en mi mente, de hablarlo, de pensarlo. Quiero que no exista, que alguien me abrace y me diga que todo está bien.
Él cruzó el límite.
Primero un comentario sobre cómo me veía, luego su mano en mi trasero, después en mis muslos, y finalmente bajo mi ropa interior. Me sentí como un animalito indefenso, queriendo gritar o huir. Él dijo que era curiosidad; yo quise creerlo, pero sabía que no era verdad.
Ahora me siento rota. No quiero recordar, pero las memorias me persiguen. Quiero ser mi propia heroína, la que se enfrenta al villano. Quizás no lo logré esta vez, pero la próxima vez no bajaré la cabeza.
Seré mi propio HEROE.
Conoce más del autor de "Grito Ahogado - A La Sombra Del Dolor"