EL NOVICIO REBELDE
EL NOVICIO REBELDE
(Soñando del monasterio)
Manuel parecía buen aspirante a seguidor de Cristo, pero por inspiración celestial prefería adorar la hermosura de una joven mujer antes que dedicar sus oraciones a “El éxtasis de Santa Teresa" del gran escultor Bernini. Es más, creía que cierto mandato divino le obligaba lograr esa expresión pero en una mujer de verdad, de carne y huesos. Así que, a punto de abandonar el claustro se halló con uno de sus maestros:
― He decidido la vida del mundo, en una mezcla a medio camino del monje y el libertino metódico más novelesco― dijo el joven aspirante.
― ¡Santo Dios, una combinación de pesadilla!
― Ocurre que me han impresionado las hermanitas sintiéndose novias de Cristo- adujo.
― ¿Si? ¿No será que bromeas? –preguntó su profesor.
― Y confiesan su amor por él sin ocultamientos― afirmó Manuel.
― ¿Amor? Pues claro, es fundamento de nuestra fe― dijo el viejo sacerdote.
― Verá, mis aptitudes para padre de familia no son grandes, pero estoy convencido que el camino hacia el padre no es siguiendo a Cristo ni con el celibato sino convirtiéndose en padre de verdad.
― Pero, deseará el matrimonio, ¿no?― dijo Manuel.
― Es normal, así es el sacramento― aseguró.
― Cristo no se ha casado y tiene de hecho miles de novias, ¿no? ― puso de referente― agregando― ¿Cómo respondería él a esas almas? ¿Las rechazaría?― dijo el novicio.
― No, seguramente su amor siendo muy grande alcanzaría y sobraría para todas― fue su afirmación del profesor.
― Y a la fija que también diría, “yo también te amo, y a ti, y a ti multiplicando los “te amo” hasta el infinito, ¿no? ¿O se haría el desentendido? ¿Rechazaría ese amor que le dedican?― argumentó el joven.
― No por supuesto, no las dejaría llenarse de tristeza y dolor― aseveró el catedrático.
― Y según he oído a mi hermana conversando con una novicia, en los pasillos ellas se contaban que harían penitencias por sueños muy pecaminosos, con aventureros, guerreros e inclusive hechiceros― aclaró Manuel, agregando― dijo que una por ejemplo se había soñado con Cagliostro, otra con Casanova y una muy entusiasmada con Aleister Crowley. Nadie se salva de los sueños, ¿no?
― Cierto, los sueños son el desfogue de sobrecargas vivenciales estando despiertos― explicó el catedrático.
― Por eso esa mezcla de santo y pecador que ambiciono, pero controladamente, sin extremo celestial tampoco infernal― expresó Manuel, y continuó― lo mío es muy terrenal, humano de carne y huesos.
― Es un caso especial, experimental digamos, faltará lo demostrable, ¿no?
― Tiempo y mil aventuras mientras tanto― calculó el novicio rebelde.
El viejo maestro como buen español ya despidiéndose concluyó diciendo:
― ¡Tremendo follón que harás por ahí!
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06/10/2024
© D.R.
Música: TEMPLO DE AMOR
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