EL HOMBRE SIN FIN

2017 Oct 29
Poema Escrito por
Jorge Loyola

Caminaba hace unas tardes por una de las calles interiores del parque Hirigoyen; con dirección hacia la plaza Francia, donde pensaba buscar un banco cerca de la fuente y allí sentarme bajo un pino a esperar que anocheciera, mientras escuchaba el sonido del agua y tal vez quedarme un rato a disfrutar del aire fresco y del suave rocío que trae la brisa, que corre sobre los hilos que fluyen danzando, mientras las luces los van tiñendo de distintos colores.

En el camino me crucé con dos hombres que mantenían una conversación, al acercarme reconocí a uno de ellos, era un viejo conocido, Infinio Fernandez, me detuve un momento para saludarlo y su interlocutor aprovechó mi llegada para excusarse y se fue rápidamente en dirección contraria a la que yo seguía, como yendo hacia el anfiteatro.

Cuando me quedé a solas con don Infinio recordé por que nunca habíamos llegado a entablar una amistad mas firme. Mientras me sostenía la mano que le había extendido, hacía del saludo un largo monólogo, después, comenzaría una conversación, que al principio sería amena, pero con el correr del tiempo (que podía ser largo), si uno no se diera maña para terminarla sin parecer descortés, la charla comenzaría a rayar lo tedioso, hasta tornarse sencillamente insoportable.

El hombre no es un mal tipo, muy por el contrario, su amabilidad, su inteligencia, sus buenos modos, incluso su aspecto personal lo hacen una persona agradable y atractiva; Su problema está en la incapacidad de terminar con lo que fuere que emprende, por ejemplo, como en este caso, una conversación.

Todos conocían su historia, por que el mismo se encargaba de contarla, por supuesto con lujo de detalles y colores.

Nunca había terminado el colegio, tenía varios oficios, en los que no le iba del todo bien, por que nunca terminaba sus trabajos, era extremadamente meticuloso y sus clientes acababan por pagarle diciéndole que ya era suficiente, que no podían esperar a que el terminara de buscar detalles y repasar una y otra vez lo realizado antes de entregar el trabajo (lo cual nunca sucedía motu proprio).

A mi me llamaba colega por que se decía escritor y ciertamente lo era, escribía, y lo hacía bastante bien, alguna vez, hace unos años, me mostró una novela que estaba escribiendo y realmente estaba bien encaminada, el problema es que aquella historia ya va por el capítulo quinientos y tanto.

Sin ser un hombre infiel ha tenido muchas novias a las que sigue llamando por teléfono, mandándoles flores para los aniversarios, llamados y regalos que las damas aceptan de buen grado por que no se sienten acosadas, al contrario, lo toman como un alago, como ya conocen su problema, saben que para el las relaciones nunca terminan.

Vive solo en una gran casa que comenzó a construir cuando era joven y que como es de esperar aún sigue construyendo; debe tener unas quince o veinte habitaciones y varios baños.

En fin, la noche cayo y nunca llegué a la plaza Francia a ver la fuente. Tuve que esperar a que alguien pasara por allí y saludara a don Infinio para despedirme y dejarle la posta a otro interlocutor.

Al despedirse me prometió que me buscaría para continuar con nuestra charla ya que tenia muchas cosas para contarme .

Tal vez este relato continúe...

2017 Oct 29

Jorge Loyola
Desde 2016 Oct 16

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