El corazón es un ciclo
Las sensaciones que me provocaste, el dolor que sentí cuando supe que salías con alguien, cuando me lo dijiste de frente, en aquella pizzería a la que no creo haber vuelto a entrar.
Esa angustia que me hizo gritar en el suelo, fingir migrañas inexistentes para conseguir permisos falsos para faltar al hospital.
Yo pensaba que eras tú, usando sus pantuflas de hello kitty, lo que me había sacado de órbita, el que había destruido mis cimientos.
Pero quién diría que la historia tendría otro giro, que el libro que construí podría tener una secuela.
Yo creí, con alivio, que nadie me haría sentir tanto otra vez. Que eso me salvaría, al mismo tiempo, del dolor.
Qué irónica, que fastidiosa es la vida.
Se supone que ya no me quedaba corazón, que ya no me quedaban fibras nerviosas.
Y allá voy de nuevo.
No era él. Era yo.
Siempre fui yo el problema. La que arruinó nuestra amistad con mi amor incesante, con mi acoso casual, que se convirtió en una rutina que me costó discontinuar.
Me pareció una metáfora cruel, injusta, insensible por lo de menos.
Pero tú insistías en que me victimizaba, que no lograba ver que estaba haciéndolo todo mal.
Eras mayor que yo después de todo, lograbas ver cosas que yo recién estoy viendo.
No eras tú, no visitándome un fin de semana.
Era yo, aspirando el piso por si venías, cambiando las sábanas de niña. Luego llorando hasta que llegabas a tu ciudad y la esperanza estaba perdida.
Luego llegaba el próximo fin de semana y el ciclo se repetía.
Volvía a esperarte, volvía la ilusión y con eso también, la decepción.
Y el ciclo, ahora, otra vez.
Maldición, que ya se detenga.
Que la vida pare un segundo.
Conoce más del autor de "El corazón es un ciclo"