El Cementerio de coches

Cuando paso en tren frente
al cementerio de coches
Siento una voz que me llama.
Entre esos cadáveres de metal
amontonados y abandonados
en un lugar donde nadie los quiere,
encuentro mi alma.
Sin puertas, sin neumáticos
Oxidados por la lluvia de Noviembre.
No son coches los que allí yacen

Sino los trayectos que me han llevado hasta hoy.
Son los rumbos nuevos, las diferentes marchas,
la velocidad para llegar a tiempo,
la radio para estar al día de lo que pasa.
Los frenos que me pararon ante los semáforos en rojo.
Los coches que fueron como casas ambulantes,
en los asientos traseros, noches divinas.
Aparcados en los descampados funestos,
a la luz de las estrellas noche tras noche
Suspiros y llantos de placer.
Hoy, sólo son melancolía.
Belleza que me habla mientras voy en tren.
Restos mortales de acero y de metal.
Lo mejor de mi vida pasó sobre ruedas.
Ruedas que ya no están, que se quemaron
Coches que ya no circulan, desguazados.
Piel de metal, vacío robusto en el cementerio de coches.