Efimérico
«A oscuras
vagas huellas, sigue el ansia.
De pronto, como una llama
sube una alegría altísima
de lo negro: la luz del tacto»
Pedro Salinas
Se caen las nubes del cielo,
s
un remolino se disipa en los campos de otoño,
el fuego se apaga cuando empieza a llover.
Los ojos azules se vuelven marrones,
la nota dulce se hace silente,
y el valor de los valientes,
ya no prospera, se pierde.
Ya no puedes pisar sobre tus pasos,
la palabra cabalga el viento,
y es como el agua que, al caer,
no se vuelve a recoger.
Ya no rompen las olas en el puerto,
la flecha lanzada,
o las pestañas del cierzo,
como antes era en la madrugada,
con sus matices y sus olores a lienzo.
El agua del río no fluye dos veces,
la nieve se derrite y el pájaro no canta,
cuando el día anochece,
las almas que eran, vagan,
vagan y se enmudecen.
Todos los años y otros años,
todas las horas y otras horas;
el niño se hace hombre,
la muerte se hace madre,
de todos los nombres.
El presente se convierte en futuro,
los cabellos se hacen blancos,
la risa se disloca en tos,
y la tierra fértil se hace estéril,
cuando la brisa da paso al llanto.
El huerto se marchita,
la marea se retira,
y lo superfluo hace gala,
en las caderas de la nada.
La espera deviene en flujo,
raudo y discreto,
las distancias en su turno,
recorridas en un momento,
y parece que fue ayer,
lo que estás viendo,
y parece que hemos vivido,
lo que estamos viviendo.
ROGERVAN RUBATTINO ©
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