CUIDADOS PALIATIVOS
Últimamente, la noche se me hace inabordable.
Temo meterme en la cama y no poder dormir.
También temo dormir y sufrir pesadillas angustiosas.
Lo temo todo de la noche, excepto la oscuridad.
Desde mi soledad no aceptada, la noche es reproche
de lo que hice mal y de lo que me dijeron que hice mal,
aunque no estoy de acuerdo en todo, pues algo bueno haría.
Acaso un atisbo de humanidad hubiera sido suficiente.
N
rabioso, huyeron de mí, temerosos de una -inútil- reacción.
Nadie contestó a mis llamadas, nadie telefoneó motu proprio.
Esperé y la espera se hizo larga. Concluí que estaba muerto.
Quise huir yo también de esa situación y, poco tiempo después,
volví a tropezar en la misma piedra. Desasosiego, desconfianza,
rigidez en las palabras, disculpas que no lo eran, amor sin amor.
Huí de la huida, sin mirar atrás. Avergonzado. Cabizbajo.
La porción ingenua de mí me dice que muy pronto
retomaré la noche como debe ser. Corazón y piel.
Esperanza y complicidad. Soledad acompañada por alguien
que, si bien no sana, alivia la dañina sensación de hiel.
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