”Cuando me haya ido.”

“Cuando me haya ido.”

Cuando por fin me haya ido
sólo te pido que no me busques
en tus bolsillos .
Te dejo todas las lunas de febrero
que serán cuatro...
en una botella ámbar los ojos
del cocuyo de la montaña,
para cuando en tu fallida búsqueda

no trastabilles con el destello de los míos.
Si mi nombre escuchar precisaras,
no le pronuncies, en su lugar abraza
mi inicial dormida en el centro
de tu propio sustantivo.
Si mi voz no llegara a vibrar dentro
de las cuerdas de tu garganta, provocando los espasmos involuntarios de tu lengua,
engulle el sonido de estas letras
¡que traspasen diáfanas la placenta
de todos tus sentidos!
Si el ocre colado de tus auroras
no te devolviese los hoyuelos
del remanso de mi sonrisa,
si ya no puedes ser de Sol
desde que respiraste en la Luna,
extiéndete sobre el aroma
de los nenúfares bermejos,
erigidos como ciudadela que esculpen
monumento al merecido tributo
de su reinado en la noche.
Si aún así te sorprendiera
en hecatombe de temblores
la nieve en la madrugada,
desnúdate de mantas;
tiéndete de bruces y siente tórrida
la perfecta simetría de mi cuerpo
armonizando sobre tu figura,
como el Hombre de Vitruvio
diseñado por Leonardo.
Pero si estos legados no abrigan
tu expectativa,
entonces algo más te solicito:
consiente que me haya ido,
que habite en el verde improbable
de estas metáforas,
acunadas en el coloso paradigma
de mis hipérboles insensatas.
AC.