CON LÁPIZ ESPECTRAL
Con lápiz espectral
dibujó un arcoíris en el cielo.
Habitado por los dioses del silencio,
su pecho respiraba, vehemente, firme.
Caminaba, lento, hacia la distante pagoda,
se adentró en el oscuro templo,
desenrolló sus viejos pergaminos,
ojeó los olvidados libros
—abandonados en el rebujo de unas sábanas—
que ayer estuvo colmada.
Con el espejo del amor
se topó la soledad del poeta,
alocadas palabras brotaron de sus labios,
humildes rosas encendieron sus sentidos,
oyó el fluir de torrentosas aguas…
En solitarias estancias,
con temblorosas manos, se consagró
a extraordinarios deberes.
Nubes,
caprichosamente dispuestas,
nacidas de frondosos árboles,
purificaron el aire de sus campos,
la calma de sus valles. Expandió
el infinito sus enigmáticas semillas.
Concibió el vuelo
de las más agrestes aves…
Y, en sus últimos días,
contemplando la cima de esbeltas montañas,
respirando el aire fresco de su adolescencia,
retomó aquellos pasos
apenas entrevistos por su alma,
tan solo intuidos por las más sublimes músicas,
acariciado por las más nobles presencias.
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