Burros volando
Querías que callara
por amor
y, bueno,
en lo que a mí
tocaba
-en lo que prometí
si quieres-,
he cumplido.
Aquel intento
tenía en su fondo
-lo vieras o no,
linda Clotulfa-
taparme la boca,
y eso -espero
que lo entiendas bien-
es un sabotaje...
Peor aún está
que, creyendo que con
tú irrupción me amabas,
callara yo:
¡qué error llamar amor
a cuanto priva de libertad!,
y ¡qué bien se entiende entonces
el esfuerzo de quienes
murieron por alcanzarla...!
El tiempo autoriza
a desconfiar de cualquier
afecto que exija
-en nombre de la paz
o del amor-
renunciar a la libertad,
y da peso a la sospecha
del engaño:
Entretanto,
mientras iba el tiempo
-como suele-
poniendo las cosas
en su sitio,
¿dime si no te serviste,
Clotulfa de mi vida,
de la ambigüedad de
tu iniciativa
para tenerme calladito?...
Y ello reforzabas
de presencia,
rindiéndome de amor,
venciéndome de culpa
ante quien todo lo ve,
con la red siempre tendida
por si arrancaba a hablarte...
Cerrarme la boca
para siempre,
sellar un pacto de silencio;
pero amarme,
fuera de usarlo como cebo
para obtener más tiempo de silencio, debo decir
que nunca...
¡Cuántas formas hay
de mostrar amor,
dulce Clotulfa,
cuando de verdad se ama,
y ninguna
(que en verdad son infinitas)
vi de ti para conmigo!
Y descartado el amor,
¿qué nos queda,
sino engaño, trampa,
para obtener -en nombre
de una paz con miras-
mi silencio inmerecido?
Así y todo,
repito que has logrado
mi silencio,
mas sólo en lo que
prometí;
porque pensar que
he de extenderlo fuera
del objeto de mi promesa,
sería ver burros volando...
Y sin más se despide, a tus pies siempre,
Liberto de Palabros
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