Bajo tu manto.

Bajo la concavidad del firmamento en empedernida tenebrosidad, nuestros espectros danzan en obstinado ritual, amparados por las sombras, nuestros cuerpos ceden a la noche y su empeño por cubrir con su manto infernal nuestra incuestionable devoción de bailar para ella, sin cuestionamientos ni voluntad.
Resulta ser que cuando se abate la noche por sobre nuestras mortales quimeras, acaece inevitablemente, que todas las certezas de nuestros principios se disipan. Porque la noche nos ampara y ella que aunque tiene mil ojos expectantes, es ciega, taciturna, perfecta confidente de nuestro ferviente baile, de nuestros cuerpos enlazados, de todos los sueños que se nos niegan de día.

La noche nos transforma y se vuelca sobre nosotros y nosotros nos vaciamos ante ella, consagrando bajo su tutela todos nuestros más impetuosos caprichos.

En complicidad la noche nos cobija y en ella nos refugiamos sin temores ni sentencias.