Alma errante


Abyecta vida fue mi pasado,
y ahora, después de muerto
mi castigo será cumplir una condena eterna
en un tétrico pantano, oscuro y sin nombre.
En el cielo las estrelles titilaban
y en rostros horripilantes se transformaban,
juzgándome por mis culpas,
atormentándome por mis diabluras.
Un pantano horrible que con sus brazos
de mis piernas me agarraba,
sus aguas me turbaban
y al mismo tiempo me atemorizaban.
¿Cómo me liberaba de este horror?
¿Obtendré el perdón de Dios?
¡Me arrepiento de mis pecados!
¿Dónde estoy? No hay nadie en este lugar,
¡Sólo soy yo!, ¡oh! Sufro de desolación.
Bendito Padre soy tu imagen, no me castigues así,
acepto mis faltas, ¡no me acrimines más!
Me arrepiento de mi vileza, ¡perdóname!
Pero el silencio me dio la respuesta,
ya era tarde, muy tarde, ÉL me olvidó.
¡No puede ser! Los brazos del pantano
aún no me soltaban, mi alma se hundía,
tragándome con su boca de agua;
pero el terror era peor en su estomago,
todo estaba de color negro, flotaba en la nada,
el silencio se transformaba en tormento,
caía y caía en un precipicio sin fin,
¡que desgracia! ¡que terror!
Pero de pronto mi alma al pantano volvió…

Conoce más del autor de "Alma errante"