Aliento de Dios
Cómo me sangran las manos de tanto no acariciarte,
mientras los días se funden en opacos cristales
que ,al cerrar mis puños vacíos de ti, se hunden en mi carne
y la sangre de tu fantasma se derrama en manantiales.
Cómo me duelen los brazos de tanto no abrazarte,
mientras las voces de mares azules susurran tu nombre
que oprime mi pecho, a punto de desgarrarse
en mil latidos como peces nadando en tus aguas salobres.
C
y mis besos, como flores secas por tus labios lejanos,
van pudriéndome el alma y convirtiéndose en parte
del cementerio de ilusiones que sembré hace tanto…
Cómo me arde el cuerpo de tanto no tocarte,
mientras el éxtasis del sueño se diluye en la aurora,
y mis huesos, mi piel y mi sexo no cesan de reclamarte
y en espasmos de fiebre y llanto, la espera mi vida devora.
Pero existe algo que sí tengo y me cura todos los males
y, cual aliento de Dios, me devuelve la vida toda:
más allá de la distancia, del tiempo y de los penares
tengo conmigo tu amor puro y sincero, aquí y ahora.
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