VIVIR EN LA PALABRA
Vivo en la palabra,
en sus silencios y soflamas.
Vivo enquistado a ella,
fijado, como a la roca la lapa.
La palabra es mi sostén,
la palabra es mi sustento,
la que da vida a mi alma,
la que me hace crecer,
cuando la siento en silencio,
Cuando me sale al encuentro,
le rindo pleitesía y alabanza.
Y como si de un dios se tratara,
me conmina a servirla, a adorarla...
Mi mayor castigo es:
sentirla ausente, olvidada;
que queriéndola traer al presente,
como si de un juego de niños se tratara,
se me esconde sin poder detectarla;
sabiendo como sé,
que por la memoria discurre y vaga.
Entonces, cual infante
que su juguete perdiera,
mi alma se entristece, sufre y llora,
porque abandonado me deja,
para que de cuanto quise decir,
incapaz, no decir nada.
Sólo queda tras de sí
un rastro de carne humillada,
pozo seco, de agua agotada.
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