VIII. LA LEYENDA DE LA CASCADA

2017 Oct 22
Poema Escrito por
Misterioso

¡OH! Clamor de las profundas aguas
encadenado en la fuerza de su abrazo,
murmullos hirientes del aire
buscando reposo en mis oídos.

Sol y luna, alba y ocaso,
testigos de mis estigmas,
contemplan desde lejos
lo cercano de mi inexistencia.

E

l agua acaricia mis piernas,
¡valor!, consecuencia del amor,
inflama el pecho enamorado
al sentir aquel murmullo.

Pronto el rumor de la cascada
ensordece el alma mía,
mil sinfonías que jamás
Beethoven podrá inspirar.

La fuerza de este rumor es tal
que la causa de aquel murmullo,
que todos los días me grita,
me atrae, me suplica,
es más hundido en las profundas aguas…

A la orilla he regresado,
triste pero no vencido,
y en procesión sagrada
salta el antiguo recuerdo.

Vagando por oscuro mundo
me crucé con aquel ensueño,
la más hermosa cascada
que ha atrapado a mis ojos.

Intensa luz dorada
bramaba tras la cascada,
y en mi inocencia
caí en las consecuencias.

Fiera y rauda saeta
salida del manto de agua
atravesó de par el pecho,
celeste milagro, divino,
no moría, no dolía,
áureo fuego la formaba
y me halaba hacia la cascada.

Flotaba sobre las aguas
no moría, no me hundía,
y los pies sobre la gran roca
los hombros el furor soportaban
de la esplendida cascada.

Un instante, un momento,
de grandeza y magnificencia,
mis ojos reflejaron ilesos
lo que escondía la cascada.

Ágil lágrima huye de mis ojos
al ver los acontecimientos
del antiguo y olvidado recuerdo.

Mi soporte, la gran roca,
en mil pedazos se ha quebrado,
y en inevitable caída
mi ser se ha inundado.

La órbita recorrió la luna
cuando emergí de las aguas,
me arrastraba, sobrevivía,
en el filo de la playa.

Ni cicatriz, ni dolencia,
la saeta ya no estaba,
pero por donde ha penetrado
la grandeza de aquella cascada
se llevo pedazos del alma
arrastrándola al profundo
corazón de aquella mar.

Volutas en silencio
desaparecieron recuerdos,
ya entendía, ya sentía,
el murmullo y su causa.

¡Es mi alma, es mi vida!
le grité a la cascada.

Por eso el sol, por eso la luna,
el alba, como el ocaso,
iluminaban mi presencia
ante la eterna cascada.

Siempre gritaba, siempre veía,
lo que quedó del alma mía,
pero el bramor no contestaba,
no permitía, no cedía.

¿Qué he hecho?, ¿a qué le temes?
¡Arráncame el resto del alma mía!
Pero siempre vendré, te visitaré,
¡Jamás te abandonaré!

Ahora cuidas algo
que una vez fue mío,
se llama alma, se llama arte,
¡Soy tuyo! He de gritarte
o morir en el bello frío.

2017 Oct 22

Misterioso
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